Ayúdenos, doctor Zaius.

Publicado: 2 agosto, 2010 de Frankie en la epopeya

Derechos para los animales.

Que la sesión del Parlament de Cataluña donde se prohibieron los toros fuera seguida por docenas de televisiones extranjeras demuestra que no solamente es aquí donde se nos va la pelota. De allende nuestras fronteras no llega precísamente demasiada perspicacia. Basta ver que la crisis que vivimos es mundial y la imbecilidad  -de la que seguro yo no me libro- se difunde de forma galopante como los virus.

A mí no me gusta la fiesta de los toros, eso para empezar, porque es aburrida como pocas y de estética arcaizante y garrula. De hecho, lo peor que se le puede hacer a un tauŕofilo es dejarle que se muestre plenamente como tal, porque ni el mismísimo Goya en sus cuadros de la España negra lo sacaría más cutre y estéticamente tiznante.

Y lo peor que se le podía hacer a un tauŕofobo ya se le ha hecho, dejándoseles  a estas criaturas libertad para ridiculizarse intelectualmente en público por activa y por pasiva. Cualquier mente mínimamente pensante que haya visto al tipo este, ya mayorcito, empaparse con pintura roja mientras estaba en cueros, debe de haber sentido pura consternación. Admito que era el ejemplo más extremo pero, caray, que  no saliera ninguno que le llamara gilipollas…

Porque claro, te enterarás de que tus vecinos van al paro, que no les llega para la hipoteca, de que tu comunidad autónoma se desinversiona más que una hucha rota, que tus escuelas se convierten en mercadillos de droga, pero bah…¿Acaso no te intimida lo complejo de los respectivos análisis? ¿No te salen siempre con el argumento anestesiante de que el culpable final es el sistema y por lo tanto TÚ no necesitas decir ni mu?

Pero con los cuadrúpedos maltratados no hay problema. Como solamente dicen «mu» parece que cuando los humanizas y los equiparas con derechos te están diciendo «síii».  Los animales parecen ser el último bastión de las causas facilitas y comprensibles.

Fuera de su medio natural parecen el paradigma de la humildad y la inocencia, son los últimos embajadores de la Madre Tierra y de la Arcadia Feliz, de ese orden supuestamente natural, sí, pero profundamente antihumano, no lo olvidemos.
Porque lo más humano que existe es alterar, conocer para dominar y cambiar a nuestro antojo. Ello no legitima cualquier cambio, por supuesto,  pero este ya es irreversible. Los animalitos, por contra, lo más que llegan a cambiar es la postura para dormir.

Pero cambiábamos la naturaleza al tiempo que desarrollábamos una ética, unos valores. Que los apliquemos más o menos ya es harina de otro costal, pero está claro que son algo nuestro, algo humano. Por tanto, nada tan absurdo como otorgar derechos humanos a los animales porque no encajan las categorías. Tiene que haber una reciprocidad necesaria que en este caso jamás se dará.

A fin de cuentas, todo bicho no es mas que un condenado robot biológico, un puro resorte instintivo y bioquímico. Y jamás se manifestará por nosotros con pancartas. Que bien comprendería esto, paradójicamente,  el doctor Zaius, de El planeta de los simios. Nadie como el para poner en su sitio a las bestias que, por lo que a el respecta, eran humanas, je, je. Ay, por cierto, de aquella ciencia ficción que ya no volverá…

Un saludete con todo mi vello vestigial.

comentarios
  1. Kotinussa dice:

    El otro día leí un artículo de Savater (http://www.elpais.com/articulo/revista/agosto/Vuelve/Santo/Oficio/elpeputec/20100729elpepirdv_2/Tes) con el que estarás muy de acuerdo en parte, en otras cosas no. Él no se manifestaba ni en contra ni a favor, simplemente analizaba las razones por las que se había justificado la prohibición. Lo que más me llamó la atención fue cómo hizo notar lo absurdo de justificar las corridas de toros apelando a la «moral», denotando una clara ignorancia de lo que significa el concepto por parte de los que han utilizado este argumento.

  2. Sr. IA dice:

    Olé, Don Francissco.
    Como comprenderá, las IAs seguimos muy de cerca el debate de los derechos animales, que es triple o cuadruplemente apasionante y no porque gusten o disgusten los toros (personalmente, lo veo como usted, aburrido). Fisoloficamente es un tema poderoso. Socialmente, aleccionador. Una mayoría que en nombre de «la crueldad» dice que espectáculos deben prohibirse. Encendidos taurinos que juran por San Francisco que el toro de Lidia disfruta como un enano ensartándose virilmente. Prohibicionistas llorando de rabia por un «genocidio» vacuno (los mismos tipos que llevan a capar al perro sin asomo de remordimiento). Y sobre todo y ante todo, la habilidad de un partido, el PSOE, que tiene siempre en la chistera una batería de temas espectaculares con el que tapar una reforma laboral. Curioso, les falló el debate sobre la presencia de militares en las ceremonias religiosas, pero siempre hay más. Desde luego, son unos magos.

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    Saludos

  4. Knut dice:

    Yo he visto siempre con horror la tauromaquia, entiendo todo aquello de las tradiciones y demás simbolismos, pero en ntodo caso no puedo entender un arte sustentado en el sadismo masculino.

    En cuanto a los dereechos de los animales es algo con lo que suelo cabrerarme una barbaridad, en estas ocasiones mis colegitas de gremio aprovechan para asaltar editoriales de periódico con preciosos ramilletes de teorías eticas varias.

    De base me molesta todo intento de definicion humana acentuando como esencia lo diferencial en una jerarquía sustentada en valores y no en lo real. Toda la perogrullada de la autoconsciencia además en la practica tampoco es que de para demasiado. Contemplar nuestra historia reciente es todo un acto de desolación, un ejercicio de destrucción de definiciones.

    Estoy terminado de pasar el celo de mi perra, un fenómeno muy ilustrativo que cambia el caracte de mi perro de un modo brutal, inmediato, el golden retriever blanco de los anuncios se convierte en un ser ansioso con la única idea de violar. Perpetúate violando, sigue el mandato dde la supervivencia. Todo lo cultural pese a su eficiencia no deja de ser una cáscara demasiada cercana a una animalidad que por vete a saber qué se lleva renegando desde que hay memoria, al menos escrita, claro. Como ateo obseso no puedo evitar ve a Dios dando la matraca por todas partes, aún pensamos que nuestra dirrenciacion procede de algo divino, extraordinario, esa vieja Alma del Mundo y demás.

    Pero el bulto de nuestra existencia, el número mayúsculo de nosotros pasamos muy malamente la fontera que exige la definición preñadita de areté, la línea que separa al ser consciente del bicharraco voraz no sólo no es recta ni está claramente definida, sino que la mayor parte del tiempo es arbitraria. Por eso la eticidad para con el animal no debería surgir de los derechos de los mismos sino de la necesidad para con el otro.

    La naturaleza es sangrienta, implacable y menos generosa aún que cualquier dios, pese a que su presencia es contínua y perenne. La moral empieza a ser la clave de la existencia humana cuando surge la sociedad, la naturaleza conoce lo moral en los mismos términos que favorece la aparición de ojos: mientras te funcione… No te confíes.

    Amo a mis perros por encima de un sin fin de personas que conozco, los quince meses que llevo junto a mi rottwailercita me han dado más que décadas de contacto con algunos de mis semejantes, valoro más en mi prejuicio al compañero que al semejante, y a fin de cuentas me separa muy poco de ellos.

    Un abrazo mi arma,

    • francissco1 dice:

      Comparto buena parte del escepticismo tuyo acerca de esgrimir la autoconsciencia como hecho diferencial, no porque no lo sea -paradójicamente- sino porque supone manejar un término que todavía es poco conocido y nadie tiene muy claro de donde surge.

      Lo que tampoco parece existir, no obstante, son opiniones animales al respecto y si las tienen bien que lo disimulan. Está claro que somos un tipo de bicho muy especial, capaz de apreciar su cercanía con los otros seres vivos pero también de constatar una distancia radical con ellos, una distancia que ya es irreversible. Qiuen sabe si no será algo generalizado, las leonas también les traen cervatillos a sus cachorros para que jueguen…

      Pero bueno, como esa distancia no impide tomarles cariño yo lo hice con un gato siamés que tuve hace años, al que pillé auténtica adoración y el, por su parte, me seguía a por todos lados.

      Es posible que experimentara sensaciones parecidas a las tuyas con tu perra. Eso sí, siempre me quedó la duda de si el también lo vivía así o, por contra, seguía su instinto de supervivencia, algo así como «hazle ronroneos y todos los días comerás», je, je. Siempre quise pensar que no era así, puñetas, que era un auténtico tesorete.

      A fin de cuentas, nosotros, nuestros pisos, veterinarios, correas perrunas, vacunas, etc, ya conformamos todo un ecosistema para nuestras mascotas. Es el ecosistema de la arbitrariedad utilitaria (la nuestra) y la adaptación (la de ellos por narices, así es nuestra estampa).

      Un saludete a tí y a tus amigos canes. (pero a la rottweiler me la sujetas, por dios)

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