Enemy book

Publicado: 19 junio, 2013 de Frankie en Vivir leyendo
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¡Quemaos, malditos!

Si alguien se hubiera tomado la santa molestia de vigilarme, además de perder el tiempo como un idiota habría observado a un cuarentón saliendo de un patio, mirando a la calle con aire culpable y cargado con bolsas a punto de reventar ¿Y que es lo que lleva en ellas? ¿Dinero o drogas quizá?

Mas bien no. En los segundos que cuesta cruzar la calzada, un buen puñado de volúmenes son arrojados al contenedor de papel, seguidos por una mirada dirigida a nadie en particular. Terminar con un enemigo te vuelve así.

¿Quien diablos les dijo a esos autores que sus historias iban a ser inmortales? Desde Homero, todos los que escriben aspiran a cautivar nuestro espíritu, tal y como los antiguos narradores fascinaban por la noche a la gente sentada alrededor de las hogueras. Si los oyentes adoraban el fluir de la historia, el relator se embriagaba con el brillo de sus ojitos.

Pero leer nos cobra un peaje, independientemente de sus beneficios supuestos. No se conoce ninguna gestión cotidiana que se pueda realizar con eficiencia con un libro en la manos ¿Acaso puedes mantener una conversación, hacer el amor o declarar la guerra? El libro es como una cuña que te separa de la realidad y te aísla de tus seres queridos para relacionarte con personas virtuales. «Personas» que nunca te devolverán el cariño y atención que les prestas, piénsalo bien.

Peor todavía: nadie podrá reintegrarte jamás el tiempo perdido en esos universos inventados por algún bergante ¿Pensamos quizá que no se envejece mientras lees? Estos artefactos diabólicos consumen nuestro aliento vital, convenciéndonos de que seremos más listos si les permitimos parasitar nuestras mentes. Esa es su principal habilidad: competir por nuestra atención excitándonos, o bien la mente o bien las emociones.

Con razón el difunto Ray Bradbury escribió aquel libro distópico que debía alertarnos del peligro. Fahrenheit 451 se presentaba como defensor del libro, sí, pero ¿no hemos sabido siempre los más lúcidos leer entre líneas? Venga, seamos valientes y prendamos ya las hogueras…

Nunca existieron libros en realidad. La humanidad fue iletrada, ágrafa y analfabeta durante la mayor parte de su historia. Nuestros cerebros son para manejar el medio físico y la mayor parte de la gente no lee. Por algo será, jajaja…

Saludos alertas.

comentarios
  1. maxtor dice:

    ¿No decían que los libros eran vehículos para los «memes»? Pues eso. Anda bueno el panorama editorial para que eches leña al fuego, nunca mejor dicho.

  2. Maia L.B. dice:

    Si escribes tan bien y sin errores ortográficos es gracias a esas bolsas a punto de reventar de las que ahora reniegas, como se reniega de una novia con la que uno ha tenido noches de exquisito placer hasta que un día descubre que, en realidad, le gusta más la novia del vecino. Tampoco se puede conducir un coche mientras se hace el amor, ni hacer el amor mientras se plancha (quizá sobre la tabla de planchar pero no sobre la plancha), ni se puede cocinar mientras se conduce un coche. Cuando nos bañamos y cuando defecamos, por lo general, también nos aislamos del resto de la humanidad y no te imagino renegando ni de una cosa ni de la otra. La lectura entrelíneas (cosa que sin duda te permite hoy en día comprender entrelíneas algunas actitudes humanas) la has aprendido «leyendo entre líneas», no hablando entre líneas. Y, a decir verdad, una buena historia puede resultar tan excitante en ocasiones que no se me ocurre ningún motivo para dejar de leer (como la masturbación, si quieres). Por último sólo me resta decir que podrán quemarnos todos los libros pero no podrán quemarnos lo que hayamos aprendido de ellos. Una vez alguien escribió (no recuerdo quién) que uno debe tener cuidado con lo que aprende pues ya no podrá olvidarlo. Y ahora un beso de hoguera.

    • Frankie dice:

      Conducir, hacer el amor, cocinar, bañarse, defe ejeem. Todas ellas actividades maravillosas, que nos reconcilian con el espacio que habitamos y con las personas que nos rodean. Ni por un momento pueden compararse a esa especie de autosecuestro librero que nos convierte en una figura agazapada y autista, tan solo pendiente de unos garabatos mientras la vida pasa y se nos escapa.
      Y que lo que hemos aprendido de ellos no pueda borrarse ya, constituye el mayor triunfo de estos objetos malignos, ah, dadme la cicuta. Bueno, no, mejor cocacola.

      Besazos. Tengo unos títulos para leer este veranito que paqué, jajaja. 🙂

  3. Blue dice:

    Ahora entiendo por qué escribes en el blog: porque sabes que no vamos a quemar el ordenador, jajaja.
    Pues sí, dijiste algo que pienso a veces, sobre todo al leer en la playa. Te tiras tres horas leyendo y cuando te tienes que ir te das cuenta de que no disfrutaste del lugar como debías. Pues eso, que a la playa no se llevan libros. He dicho, hala.

    Besos…en un book, jaja.

  4. Carmela dice:

    pero a que no quemaste en ese acto la memoria en ti grabada?
    anda
    besoss con libros.

  5. fiorella dice:

    Pero que extremista se me puso!!. Se puede hacer muchas cosas mientras se lee un libro, también perderse otras. No queme los libros, déjelos como al olvido en un lugar público y así alguien se lo llevará. Nunca hizo eso? Yo sí, dejé uno en un taxi y me gustó hacerlo. Un beso.

  6. Cheli dice:

    Mira lo que llegas a hacer por no agarrar el plumero y limpiar el polvo…
    Vago, que sos un vago!!!!
    Besos.

    • Frankie dice:

      Fiorella, si los dejo en un lugar público corro el peligro de que alguien se los encuentre y se beneficie con una lectura gratis y, francamente, mi tacañería natural no me lo permite. Lo de los taxis está bien, quizá y solo quizá, si el taxista resultó simpático, jajaja.
      Bexox.

      Cheli, no imaginas la de polvo acumulado que había cuando saqué el tocho que pensaba tirar. Otro argumento más para librarse de ellos, jajaja.

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