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Limpiare/parlare/morire (2)

Publicado: 21 marzo, 2014 de Frankie en Ficciones, La empresa loca

vigil

Rafa entró en aquel turno a trabajar con mareo, hipotensión y más sueño del normal. Mientras se adentraba con su coche en las instalaciones, veía la riada de empleados que se apresuraban a escaparse en sus vehículos de aquel «konzentrationenkampf», como lo llamaba el.

Pronto localizó el «lagarto verde», el focus abollado de Juana. Aparcó el suyo al lado y enfiló hacia el vestuario, no sin antes propinarle un patadón al «lagarto», como hacía siempre. Esa vez y no obstante, se hizo daño pues calzaba zapatillas en vez de las botas reglamentarias, cosa que no había pensado antes. Aay, dios, como dolía. Peor todavía: Juana, que al parecer miraba sin el saberlo gritó por una ventana:

-Oye, pedazo de malasombra, pégate la patada en tus cojones, anda, si es que los tienes. Habrase visto el flaco malencarado este. No voy a tardar ni cinco minutos en darle parte al Ricardo, ya verás.

Rafa sintió un frío helado que le atenazaba las costillas. Miró hacia arriba y se vió el rostro retorcido de ira de Juana. «Aay, ostias, que estaba limpiando justamente en estas oficinas. Debo darle coba enseguida, hacer algo…» -se dijo.

-Juana, que no, que no le he dado fuerte, es que…me he tropezado, eso ha sido. A punto estaba de caerme y me apoyé en tu coche (¡!). Oye, que te he traído un pastel, coño. Me acordé de tí, joder ¿Como iba a darle una patada adrede a tu auto?

Juana compuso un gesto a mitad de camino entre el estupor y el estreñimiento que sin duda padecía, seguramente pillada por sorpresa, cosa que le sucedía pocas veces.

«Mierda, un pastel riquísimo que me preparó la mujer y ahora se lo zampará este engendro» -Rafa notó que le entraba un desánimo imparable. El ratito de comerse el pastel era una de las pocas cosas buenas del turno.

Cuando entró en el despacho que limpiaba Juana se vió a esta plantada en el centro de la habitación. Le miraba con el ceño fruncido y los labios muy prietos, como si contuviera una llamarada de fuego en la boca. Tenía los ojos inyectados de ira y el móvil en la mano, cerca de la oreja. En la otra mano sostenía un plumero con el que le apuntaba como si fuera una pequeña espada.

-Mira, mierdecilla. No sabía quien me hacía todas esas abolladuras que tenía en el coche. Pero ahora ya sé quien me ha hecho por lo menos una. Me las vas a pagar a tocateja, porque sino Don Ricardo lo va saber todo. Y ahora ¿Qué coño es eso de que tienes un pastelito para mí? Lo que me faltaba por oir…

Se lo quedó mirando con su expresión de «Mona lasciva», disfrutando de la cara de susto que mostraba el vigilante.

-Estoo, mira Juana, quise hacer una cabriola y perdí el equilibrio, pero me apoyé en la chapa con el pie. No quedaron abolladuras, sino fíjate y verás. Y yo nunca te he abollado nada, anda. Y mira, recuerdo cuando…-aquí la mente de Rafa iba a mil por hora…-cuando comentabas que te gustaba mucho el pastel de almendra.

-¿Cuando he dicho yo eso? -respondió Juana abriendo los brazos y mirándolo extrañada y calculadora.

-Te lo escuché cuando hablabas una vez con Miguela, sobre postres -A la pobre Miguela la mareaba tanto hablando sobre el tema que era posible que la mentirijilla colara.

-Escucha, si me quieres dorar la píldora no lo vas a tener fácil, flacucho. Te hace a tí más falta el pastel que a mí. A ver, sácalo ya, anda, pero Don Ricardo debería de saber esto. Un vigilante vandálico es un peligro para la empresa.

Rafa sacó el pastel con torpeza de la fiambrera. Juana se lo arrebató como quien le quita un dulce a un niño.

-Lo pondré en la nevera, flaquito que ahora lo estarás más todavía, jajaja. Mañana llevaré el coche a peritar y si no te reconoces culpable ya sabes quien lo acabará sabiendo todo. Y ahora, largo de aquí, que tengo trabajo.

Juana lo empujó con energía al pasillo y cerró la puerta del despacho. Rafa se quedó mirando aturdido la puerta cerrada, y lleno de miedo por las consecuencias, al tiempo que se odiaba a sí mismo por haberse humillado ante ella. Tenía que hacer algo radical o el asunto le costaría caro.

Y en ese momento, Ricardo Mena, el gerente, aparecía frente a el.

-Rafa, venga, incorpórese, que ya se han ido todos y hay que ir cerrando -le dijo mientras hurgaba en un maletín- Donde habré puesto yo las llaves del despacho este…

En ese momento Juana abrió el despacho desde dentro y le hizo a Ricardo gestos de que entrara.

-No busque la llave, D. Ricardo, que estaba yo aquí limpiando. Pase, pase.

-Ah, hola, Juani. Me dejé la agenda, a ver si la encuentro.

Y mientras Ricardo entraba, Juana encaraba a Rafa con una mirada de hielo, con los ojos brillantes y una expresión malévola que no parecía presagiar nada bueno.

-¿No tienes que ir a cambiarte y trabajar, señor vigilante? -le dijo con sorna.

Rafa se fue, mientras oía, ya dentro del despacho, la voz zalamera de Juana hacia el gerente. Si se quedaba al lado para escuchar podrían descubrirlo. Se volvió a repetir, esta vez con más energía, que debía hacer algo radical…

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¿Como de radical? Como siempre, solo leyendo «El vórtice» lo sabréis y blablabla…

Limpiare/parlare/morire (I)…

Publicado: 9 marzo, 2014 de Frankie en Ficciones, La empresa loca
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limpia

Había llegado otra vez Juana Comadre: exhuberante como una maníaca y saludando a la gente con entusiasmo, preguntando detalles personales y observando mientras respondían. La vida de todos le resultaba importante y, de hecho, la conocía con un nivel de detalle casi obsesivo.

Juani, la señora de la limpieza, llegaba todas las tardes y tomaba por asalto la plaza de las vidas ajenas. Bastaba percatarse de aquellos ojillos que ponía cuando escuchaba novedades para advertir que había llegado alguien muy peligroso, cosa que pocos parecían notar salvo Rafael, el vigilante que entraba de tarde/noche.

Juana Piquer ya se había adentrado en la cincuentena y era divorciada y con una hija abogado, detalle este que era imposible desconocer si habías hablado con ella aunque tan solo fuera un ratito, aguantando por milésima vez la propaganda dedicada a la abogada que la hija era pero ella no. Juani agredía a los simples administrativos de la oficina, frotándoles por la cara el status de su hija, al parecer tan repelente y nociva como la propia madre.

Si bajabas la guardia y eras tan cándido como Miguela, la de Comercial, a la que muchas veces se le escapaba un  incauto «ya, ya…» mientras la oía, recibías un aluvión de detalles absolutamente insoportable y con efectos letales para tu psique.

Su mente funcionaba de forma curiosa. Si te quería contar que había visto un árbol, primero te describía la textura del camino desde su casa hasta el puto arbolito, acompañada de descripciones del cielo, etc. El resultado es que muchas veces se olvidaba del árbol-destino y se preguntaba «Ay ¿y porqué contaba yo esto?».

Lo que al principio era gracioso después resultaba torturante, como pensaba Rafael. A la hora después de llegar Juani marchaban todos a casa y el se quedaba con ella en las oficinas, situadas en una factoría industrial de cierto tamaño. Las tareas de limpieza continuaban de noche, con los dos solos y juntitos. La  imposibilidad de librarse de aquella alimaña chismosa le carcomía la moral. Tenía un trabajo que le gustaba hasta que un buen día despidieron a Lauri, una veinteañera salerosa, y trajeron a aquel horror parlanchín.

-Qué ¿Como se puso el jefe de planta cuando se enteró de que te dejaste encendidas las luces de marquesina al marcharte por la mañana? -le soltó Juani a Rafa con expresión atenta.

Rafa sabía bien lo que venía después de una pregunta de Juani. Cuando empezabas a contestarle lo que fuera, Juani no podía reprimir un tic facial; en efecto, arrugaba la expresión y achicaba los ojos. «Cara de mona lasciva», como se reían Rafa u otros al comentarlo.

-No, no se me olvidaron las luces, joder. Eso solamente pasó una vez y ya hace años, además. -Así le contestaba, pero advertía que ella sabía el detalle porque alguno de los otros se lo había contado. Resultaba ser una fuente de información, cierto, pero era una fuente nociva. Te contaba con ganas lo ajeno, pero también sabías que si tú le revelabas algo los demás lo sabrían bien pronto.

Aquella noche en particular, Rafa se encontraba mal. Los turnos de noche le perjudicaban el sueño y esa jornada en particular estaba reventado…

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¿Como continuará todo amigos míos? Ah, solo leyendo El Vórtice lo sabréis…(yo incluido)

Tiempos modernos

Publicado: 24 febrero, 2012 de Frankie en La empresa loca, Paranoias del XXI
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Nos sabemos vigilados e intervenidos en todo lo que hacemos en nuestros puestos. En ellos se registra todo lo que dices, en esa «nube» que habitas y que te aísla de toda la puñetera oficina.

Mi «departamento» se extiende virtualmente a todo lo ancho del país, en comunicación contínua con las otras delegaciones nacionales. Con los compañeros que allí realizan tareas como la mía. Yo -y cada vez más- manejo «inputs» de allí y les doy salida. Y a la inversa ocurre lo propio, claro.

Por lo tanto, podría ocurrirme que «Barcelona» (o «Alicante») me absorbieran un día de estos, volviéndome «redundante» y prescindible. Naturalmente, no serían los compañeros de estas ciudades los que decidirían esto, sino los planificadores superiores, ah, esos seres misteriosos que alteran vidas sin pestañear. También podría «absorberles» yo, lo que me daría una sensación de lo más rara, como de tener tentáculos y no verlos.

Mis otros compañeros físicos de la oficina también están casi todos aislados en sus propias nubes, compartiendo más de lo que lo hacen contigo. Por supuesto, estas barreras se rompen fácilmente, porque la red se implantó después y el compañerismo ya venía de antes. Para quien era compañero antes, claro. Porque la gente que entra nueva sigue siendo una completa desconocida durante mucho tiempo y pronto los ves de aquí para allá voceando con el manos libres.

Eso sí, cuidadín con lo que dices, porque todo se graba, según aceptamos en el contrato. Se hace para que los de «arriba» detecten posibles fallos y sugieran «arreglos» convenientes. A estas alturas, en el concurso de «Gran Hermano» me sentiría como pez en el agua.

En un momento dado, podemos coincidir en un pasillo dos o tres locos parlantes, braceando y hablándole al aire como psicóticos. Aprovechas así para pegarles un vistazo a las niñas del departamento de al lado, haciéndote el interesante (o eso piensas) Nunca olvidaré cuando un compañero, muy gesticulante el, le atizó sin querer un guantazo a una administrativa que pasaba, jeje.

Y es al terminar la jornada cuando de verdad te das cuenta de que al lado tuyo habían personas. Sus caras y la expresión que ponen te lo dicen todo. Sobre como les ha ido hablando con esos espíritus lejanos a través de auriculares y pantallas. Raramente ves una expresión completamente feliz y relajada. Llevan metidos en sus cabezas problemas y hechizos que los mantendrán en vela y que cada vez son más difíciles de contar.

Eso sí, el manos libres siempre se manda a la mierda (con perdón)

Saludos. Fuera de la nube, claro.

Las Guerras térmicas.

Publicado: 9 febrero, 2012 de Frankie en Devaneos, La empresa loca
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Calor or no calor. 

Vivir parte de tu vida en una oficina conlleva servidumbres variadas y una de ellas -y no la menor- consiste en el Pacto por la Temperatura Apropiada (PTA), una negociación ardua y espinosa. En la sala en la que estoy laboramos y rumiamos seis personas, cuatro permanentemente juntas y dos variables según horario. Y no todos los metabolismos son igual, como descubres al poco de convivir.

La Loca Friolera (LF) llega resoplando todas las mañanas, en un estado cercano a la muerte por hipotermia y preguntando con cierto enfado:  Leche ¿Seguro que está puesta?«. Y por lo que a ella respecta es inútil que lo esté, porque la dependencia es espaciosa y a esta le ha tocado en suerte el Rincón Cabrón, aquel por donde no paran de entrar y salir todo tipo de gentes. Yo suelo rebajar siempre la temperatura que ella pone en los momentos en que no mira, cosa que es preciso aclarar.

Los motivos son variados; no molestándome demasiado la temperatura alta, tampoco gusto de asarme como una papa en una sartén, además de ser partidario de la selección darwiniana en estas épocas de inviernos con recortes que nos llegan, amigos míos.

Al ratito de haberla bajado, parece que a mi compañera LF le entra una especie de Petit mal epiléptico: agitaciones, espasmos y miradas aviesas al resto de nosotros, buscando desafiarnos. Como nadie ha advertido mi maniobra de bajada previa, todos componen caras de desconcierto.

Lo bueno es que las culpas se las suele llevar Descamisado Jovial (DJ). Siempre me ha asombrado que DJ sea capaz de deambular por toda la planta con una simple camisa, máxime con esta oleada siberiana que nos ocupa. Su corpulencia no cabe duda de que ayuda. Eso y el carajillo (café con licor for foreigns) que se zampa la criatura, bien cargadito nada más empezar, claro.

Su entrada es bien diferente de la Loca Friolera, como se deducirá. Al poco de sentarse, la cara empieza a enrojecerle y el cuello, al parecer, se le dilata. Ello explicaría que se quite la corbata como quien se arranca una pitón.-«Joder, la osstia en bote. Si aún no ha llegado la LF para que tenemos esto como una sauna». Quien la ha subido tanto soy yo que, sin ser friolero, si que pretendo que el frío inicial se vaya pronto de la sala.

«Al parecer la programan a última hora de la tarde» intervengo sibilino. No aclaro que soy yo quien lo hace, pero ese «la programan» es lo bastante ambiguo como para desatar teorías de la conspiración de lo mas variadas; que si la gerencia, que si LF, etc.

Ecologista Cándida (EC) se queja de que su cactus «antiradiaciones» (un horror infecto, lleno de pinchos y pelusas) se ve afectado por la sequedad del ambiente. -«Existen pulverizadores de agua para compensar» como propuso en el Buzón de Sugerencias provocando carcajadas inenarrables (si seremos brutos)

Y así con estas, nos da la hora de salir, amiguitos.

Saludos caldeados.

¡Felación al fin, Sr. Martinez!

Publicado: 2 May, 2011 de Frankie en Devaneos, La empresa loca

Bin Laden, la Luna y el sexo oral.

La suerte de un compañero de trabajo, a quien denominaré con el genérico de Martinez (como es lógico, no pienso revelar que su apellido real es Martínez) está conectada, misteriosamente, con la llegada de Neil Armstrong a la Luna y la Caída de Bin (sí, solo hay uno y era el)

Y lo voy a explicar yendo por partes, mes amis. Ya sabréis que Neil Armstrong pisó nuestro satélite y pronunció aquello de «Ejem, estoo, que nervios tengo, por dioss: …esto, esto es un paso pequeño para un hombre, sí, pero gigantesco para la Humanidad…yeah»

Pues bien, además de esta conocida vacilada para con su cuñado que le veía por la tele, dijo otra cosita quizá menos conocida. Forma parte de la historia que nos quieren ocultar, je, je.

Efectívamente, lo que dejó caer vino a ser algo así como:

«Enhorabuena (o buena suerte), Señor Gorsky»

La leche que le dieron. los más conspicuos analistas se volcaron en la interpretación de la enigmática frase. Se llegó a pensar que era un «recadito» a la Unión Soviética, con la que estaban en plena Guerra Fría en aquella década.
Al enigma contribuyó también el hermetismo del astronauta, pues durante años se negó en redondo a revelar a que se refería.
Por fín, en una rueda de prensa  celebrada en 1995, una vez fallecidos el señor y la señora Gorsky, Armstrong aclaró el significado de la misteriosa enhorabuena.
Resulta que siendo un niño, se le coló el balón en el jardín de sus vecinos, los señores Gorsky. Cuando se acercó a recogerlo oyó una conversación entre el señor y la señora Gorsky que le dejó marcado:

¿Coomo, sexo oral …? – dijo la señora Gorsky – Mira, tú no tendrás sexo oral conmigo hasta que el hijo de los Armstrong pise la luna.

Ja, ja, ja. Pues va y resulta que  -ahora en 2011-   tenemos en la empresa una preciosa alma ingenua, de sexo masculino, muy jovencito, recién casado y proclive a contar la verdad de sus ratos de alcoba. Síi, la verdad nada menos, juasjuasjuas,  dejadme que me recupere, uuf, cof, cof.

Pues va y nos suelta este joven lebrel, estimulado por alguna cervecilla de más, que su mujer estaba buenísima, que follaban como leones, sí, pero…que no quería soplarle la flauta. Se negaba a los «bajos» trabajos. Que noo, leñe, que no hay tutía.

«Cuando pillen a Bin Laden, cariño» le soltó (que bordee) Y nosotros, medio embarazados y medio muertos de la risa, le recompensamos su franqueza con palmadas pero también con indirectas del tipo: «Pos anda que no te queda ni na, chaval, jaja»

Pero ya no, jojo. Enhorabuena, Martínez. Dios proveyó…

PD:  La anécdota lunar, en realidad, es más apócrifa que el doctorado de Bibiana Aido. Sorry.

Mujer nueva en la oficina (ooh)

Publicado: 8 marzo, 2011 de Frankie en Devaneos, La empresa loca

Coincidiendo con el Día Internacional de la Hembra de la especie, hemos conocido hoy a la chica nueva. Sustituirá a un administrativo a quien le venció el contrato, así como el vacío de varios corazones solitarios.

Los tres solteros de la empresa, junto con el resto, se han (hemos) distinguido en esta jornada por la habilidad para babear y girar los ojos, torcer el cuello más allá de lo recomendable y mantener una mueca pasmada, rompiendo las simetrías faciales esas, ay.

«Ojalá sea esa, tío». Y sí, lo era. De madre nórdica al parecer y padre español y un nombre sonoro que no revelaré. Con una enorme expectación levantada, hacía irrupción esta mañana la nueva gallina del corral, luciendo unos brutales y sensuales veintiseis (lo ponía en el CV).

Y como en toda microsociedad laboral cerrada, el juego de miradas era revelador. Las otras compañeras componían gestos de contrariedad medio disimulada. En la convivencia diaria se habían forjado jerarquías de seducción, imaginarias pero inevitables. Existían Atractiva nº1, Atractiva nº 2 y así, un escalafón que ahora saltaba por los aires, con ese porte rompedor de la nueva res.

Los comentarios masculinos no precisan mucha adivinación. Donde haya anatomía que se quiten deportes y economías. Describir lo que le harías, de manera gráfica y más enfáticamente que los otros, otorgaba puntos y la competencia fué reñida.

Ellas, por contra, comentaban lo exiguo de su CV y el criterio, notablemente carnal, para su contratación. Alguna, incluso, encontraba semejanzas sórdidas: «Me recuerda a una rumana que nos robaba las bragas del tendedero» . La que dijo esto parece ser la punta de lanza de las Viejas Jerarquías.

Previsíblemente, en  días venideros habrá todo tipo de movimientos alrededor de la nueva. Uno de los solteros ya ha intentado hacer de cicerone para explicarle la máquina de café, la mejor ruta de llegada al trabajo, etc. Ignoro si pasó de ahí.

Pero ¿y yo? Pues impactado hasta las cejas por un bellezón absolutamente inesperado y adivinando ya las fantasías que me traerá. Estas mujeres son la maldición de un casado, sobre todo cuando las ves de contínuo y sabes que no catarás jamón.

Pero mi boca pecadora no le soltará ni una sola frase fuera de lugar, ni una sola mirada equívoca (que ella perciba, claro) ni conversaciones-trampa para acabar liándola. Celibato absoluto respecto a ella, entre otras cosas porque le saco unos añitos y no me veo comparándome con los de su edad, jeje.

Pero, sobre todo, porque hoy en el Dia de la Mujer, estoy más enamorado que nunca de la mía (taaaaatatatatacháaan). Y se pierde práctica ligando, juasjuasjuas

Saludos. Formalitos y tal.